Se espera de la mujer que sea: esposa atractiva, amiga fiel, madre acogedora, sabia consejera, enfermera cariñosa, educadora talentuosa, empleada de hogar impecable, animadora incansable, consoladora comprensiva, que aporte ingresos a la casa (que rara vez son idénticos a los de un hombre en la misma posición social), que lo lleve todo con equilibrio y esté constantemente sonriente y de buen humor.

Una espera que, a parte de ser una utopía, es rara vez recompensada al mismo nivel. Esa es la cuestión por la que se crearon en su momento los movimientos feministas, la de reconocimiento de un trabajo femenino casi perfecto, que se denigra con facilidad. Y del derecho a la reciprocidad de valoración en todos los campos en que cada mujer pueda desarrollar sus diversas capacidades y autonomía en el proceso.

Breve historia del feminismo

Los historiadores sitúan el principio del feminismo en diferentes épocas, algunos en el Renacimiento, cuando efectivamente aparecen los primeros escritos reivindicativos sobre igualdad de educación, otros al comienzo de la Revolución Francesa con sus ideas igualitarias (1789 Olympe de Gouges escribe la declaración de Derechos de las mujeres y ciudadanas). Sin embargo, el movimiento más conocido es el de las sufragistas Inglesas que empieza en 1867, y nace después del rechazo en el parlamento Inglés de una moción encabezada por John Stuart Mill a favor del voto femenino. A partir de ese momento se pasa de una simple reivindicación de derechos a una lucha política, con feroces militantes. En España, la lucha empieza en 1918 con la creación de la ANME (Asociación Nacional de Mujeres Españolas). Aunque anteriormente a esa fecha, algunas de las defensoras españolas del derecho de la mujer, como la penalista Concepción Arenal, defendían su rol como esposa y madre, entendían que la vida de una mujer no podía centrarse solo en eso. En esa época las reivindicaciones de las mujeres eran de tipo social, más bien que de igualdad política. Fue en 1921, cuando la Cruzada de Mujeres Españolas dirigida por la periodista Carmen de Burgos, llevó a cabo en Madrid su primera manifestación callejera en pro del sufragio femenino. Todos estos episodios históricos muestran un profundo y autentico deseo de libertad de la mujer como ser humano, y revelan que el feminismo nace de una imposición de dominio y supremacía masculina que anulaba una comunicación basada en el respeto entre personas libres, inteligentes y civilizadas.

Feminismo en el S. XXI

El feminismo actual tiene variadas corrientes de pensamiento pero las dos principales son: la de reivindicación de la diferencia, y la de reivindicación de la igualdad. Las primeras no reclaman la igualdad con los hombres, simplemente el derecho de ser persona al mismo título que un hombre, sin renunciar a ninguna de las especificidades de su sexo. Luchan a favor de una sociedad equilibrada para todos los humanos. Si bien, su lucha no es contra lo masculino, consideran que deben defender la igualdad social y jurídica de su propio sexo. Las segundas parten de la base de que hombres y mujeres son iguales, en esta segunda categoría entran (según comentario de Lola G.Luna de la Universidad de Barcelona) las que optan por el lesbianismo político más que sexual, como muestra efectiva de que hombres y mujeres pueden ser idénticos. Por otra parte, feminismo no significa lo mismo en los países desarrollados que en los subdesarrollados. En la India, por ejemplo, el feminismo significa «escuchar los problemas de las mujeres, organizarlas, intentar impartirles conocimientos técnicos, así como sanitarios y dietéticos» según el comentario de una socióloga. Es un activismo práctico. En los países desarrollados el feminismo militante tiene evidentes connotaciones políticas. Situación de la mujer en el mundo Según el presidente del Banco Mundial, las mujeres efectúan las dos terceras partes del trabajo del mundo. En cambio solo perciben una décima parte de los ingresos mundiales y poseen menos del uno por ciento de los bienes del mundo. Mariblanca Staff Wilson, en su exposición Mujer y derechos humanos, comenta una gran parte de los abusos que se perpetúan contra las mujeres y las niñas en el mundo. Entre ellos, se destacan: la utilización sistemática de la violación como arma de guerra en conflictos armados, intimidación sexual en el trabajo, violencia domestica, mutilaciones genitales (según estimaciones habría cien mil millones de víctimas), infanticidio de niñas, prostitución forzada, tráfico de mujeres para la esclavitud, malnutrición (U.N.I.C.E.F en Asia calcula que el 14% de las niñas están desnutridas en contraposición al 5% de los niños), además de las violaciones de libertad de expresión, de movimiento, y de desarrollo de la personalidad. La lista es larga. Se cree erróneamente que solo en el tercer mundo, donde se tiene en la educación y la cultura, el machismo como ley, la mujer es víctima de esta clase de ignominias, sin embargo, según un informe de Scotland Yard, en un país europeo como es Inglaterra; cada seis segundos una mujer es agredida, y un 81% son maltratadas en su propio hogar.

Feminidad y Feminismo

Es innegable que la condición jurídica de la mujer, en el ámbito mundial, ha logrado cambios. En gran parte fundamentados en la influencia y desarrollo de los movimientos feministas. Sin embargo, un análisis de los hechos anteriormente enumerados muestran el abismo existente entre la ley y la aplicación de esta. Para una aplicación más eficaz, es necesaria la solidaridad de parte de hombres capaces de respetar la dignidad femenina, sin considerar ese respeto como un atentado a su propia dignidad. Las mujeres tienen opiniones, tienen derechos comunes a todos los seres humanos como al trabajo, a la libertad de expresión, a estudiar, a descansar, a tener ocio, acceso a la cultura y en resumidas cuentas a todo lo que les interese. The World Book Encyclopedia señala que las diferencias entre hombres y mujeres no son solo físicas, también en conducta e intereses. Mientras que algunas de esas diferencias son anatómicas, otras se aprenden. Es decir, se nace hombre o mujer, pero se aprende a ser masculino o femenina. Luego, los clichés de que el hombre no debe mostrar sus sentimientos, por que estos son exclusivos a la mujer o que los intereses de una mujer no pueden ir más allá de la puerta de su cocina, son cárceles al desarrollo humano.

Seria necesario redefinir los calificativos de masculinidad y feminidad, para que se apegaran más a la realidad de dos grupos sexualmente distintos, pero integrados por humanos cada uno de ellos con sus particularidades.

(Publicado originalmente en catalán en Veu de Sóller nº 656 el 21-12-01)