RODOLFO Documento sonoro: http://www.goear.com/files/external.swf?file=441e5db
Esta historia comienza al principio de los tiempos, cuando los animales hablaban y vivían sin los humanos.

En ese tiempo nadaba junto a la orilla del mar una ballena macho, entonces no tenían miedo de que nadie deseara ni su piel, ni su carne por lo que se acercaban a las costas sin temor.

Junto al mar en un conjunto de pedregales, tierra y maleza había un hueco, la madriguera de una familia de conejos, viciados en la zanahoria en la que afilaban sus largos dientes.

 Cada mañana la familia conejo se levantaba para trabajar, aquella mañana en particular estaban determinados a recoger la última cosecha de zanahorias. Pat la conejita, sin embargo, se había escabullido del trabajo para ir al lado del mar a ver el horizonte y soñar con otros mundos. Desde el mar Andrós la ballena macho, la vio tan bella con su lazo entre las orejas y empezó a hacer juegos de agua por el orificio que tienen las ballenas sobre el lomo, para llamar su atención.

A Pat le causó mucha gracia, se cayeron bien y comenzaron a hablar. De hecho se cayeron tan bien que siguieron hablándose durante muchos días y algunos meses.

Fue entonces cuando Andrós le confesó a Pat que la quería y que quería vivir con ella, que era consciente que la convivencia no seria fácil. Pero sí vivian ella al borde del agua y él al borde de la orilla, no tenía porque ir mal.

Los padres de Pat no estaban muy de acuerdo con una boda de esa índole, pero al fin y al cabo accedieron por que deseaban la felicidad de su hija. Así fue como después de una linda ceremonia, empezaron a vivir juntos.

Al poco tiempo nacía Rodolfo una ballenita que andaba casi siempre en el agua porque se parecía mucho a su padre, pero con el tiempo se hizo mayor y sus dientes con él. Se convirtió en una ballena enorme con dientes de conejo, a quien le gustaban mucho las zanahorias.

A Andrós y a Pat les preocupaba saber con quien se iba a casar su hijo adorado, pues no era ni conejo, ni ballena. Rodolfo había desarrollado una personalidad retraída es de comprender: todo el mundo se reía de él, las ballenas por sus dientes largos y los conejos porque tenía un enorme cuerpo de ballena y cuando se salía del agua se tenía que arrastrar y siempre se quedaba atrás a causa de su lentitud.

 Un día de esos en que sus amigos lo dejaron rezagado, se tropezó con una piedra y se dio con todos los dientes en ella. Evidentemente, se le rompieron. Mientras se regresaba al agua, empezó a llorar por que ya no iba a poder comer zanahorias que tanto le gustaban, pero una vez en el agua se dio cuenta que todas las ballenitas lo miraban muy fijo, se había convertido de golpe en una ballena macho de muy buen ver.

 Así fue como Rodolfo la ballena-conejo se integró al mundo de las ballenas, no sin comer a escondidas alguna zanahoria rayada que le prepara su mamá. Pero ese es nuestro secreto, el de él, el mío y el vuestro.