NOVEDAD LITERARIA
27 enero 2011
Hace unos años atrás nos aventuramos con algunos amigos a crear el Club Dante, un club de literatura y poesía, del que nació este libro que ha tenido un embarazo casi tan largo como el de un elefante, pero al final y después de mucho batallar nació. Está escrito en PROSIA es decir fusiona poesía y prosa.
La prosa a cargo de Julián Miranda, la poesia a cargo de: Noemi Trujillo Giacomelli, una servidora Rosa Ramos i Frigola, Rosa Maria Prat, Puri Martins, Alberto Villén Pinilla, Gema Moraleja Paz, Luis Luna, Dina Luz Pardo Olaya, Aldo Arcerito, Mercedes Gil y Ana Mª Rodriguez.
El prólogo está escrito por el alcalde de la ciudad de Figueres, SANTI VILA I VICENTE, al que agradecemos su excelente participación en este arriesgado y largo proyecto.
SINOPSIS: El Club Dante reúne a un grupo dispar de personajes, cada cual con sus temores y sus anhelos, estos se ven involucrados por los azares de la existencia en la persecución de una joven artista americana, los poetas usarán su arte para ayudarla y demostrarán al mundo el poder de la poesía en acción solidaria.
PARA RECIBIR UN EJEMPLAR: http://librosbajodemanda.elcorteingles.es/EL-CLUB-DANTE-Y-SU-MISION-ESTELAR-JULIAN-MIRANDA-PARNASS-EDICIONES-LibroEbook-9788415007401.html
EL EVENTO DE FACEBOOK
27 enero 2011
Facebook propone eventos curiosos…. ¡Puede llegarte una invitación a tu propia boda, creada por el pretendiente a esposo! 😉 – Decía ella, emonticono añadido, en su perfil a todos sus amigos, contactos y curiosos múltiples.
El evento se presentaba con una foto anónima de dos seres vivos vestidos de novios. Y una fecha elegida al azar.
El pretendiente lejos de ella, pretendía, valga la redundancia, al puesto de ser especial y único para ella. Al puesto de rey entronizado de su corazón, aquel del que no volvería a separarse en toda la vida. Era un humano que parecía tener una personalidad atractiva. Ella ante las tres opciones, estática sin saber a que botón dar: si, no, tal vez, se envolvía en elocuentes soliloquios, argumentándose y desargumentándose.
Tener que tomar una decisión ante todos sus contactos y que la apabullaría de respuestas y reacciones en pro y en contra. Pensó que no tenía que haber hecho ningún comentario al respecto habría sido mucho más discreto, pero ya era tarde, la había tomado por sorpresa y ya había escrito la nota delatora.
Espero un momento antes de responder, vio como al evento se le iba añadiendo gente poco a poco, gente que ella no conocía y se suponía iban a ir a su boda. Pensó en huir, las muchedumbres nunca le dieron buena espina.
Pero ahí estaba él, anhelante, esperando un sí a toda costa. Esa idea a ella le pareció agobiante. A toda costa, es demasiado pedir.
No quería que nadie la anhelara, eso implicaba la gran responsabilidad de ser recíproca. Generalmente mucho espera, el que mucho da- pensaba, aunque no se lo creía del todo.
….y mientras tanto seguían añadiéndose amigos a la fiesta. La tensión iba en aumento conforme los minutos avanzaban.
Finalmente se decidió por un tal vez. Esperando que él preguntaría que era lo que no la convencía. El día pasó, ella no asistió y él nunca preguntó con lo que nunca supo que ella no vivía en Facebook aunque pareciera lo contrario.
LA CANCIÓN DEL MOSQUITO
13 enero 2011
Podría haber sido un día cualquiera en tierra de nadie o haber sido un día preciso en tierra de alguien, en realidad no sé realmente si esto ocurrió alguna vez o sí solo es fruto de mi imaginación. Lo que sí es evidente es que os lo voy a contar.
Fue para Gloria un día excepcional, como cada mañana se fue a la escuela; entre Gloria y su escuela hay un abismo de un par de kilómetros físicos y un hueco enorme de aburrimiento, pero su madre se empeña en que vaya de todos modos.
Cómo siempre se levantó con el tiempo justo y desganada, además tuvo que correr porque llegaba tarde, la vida está llena de injusticias y nada más injusto que ir corriendo a donde no deseas. Lo único bueno en eses casos es el permiso maternal de coger la bici para ir más rápido. Ese día corrió tanto que no se dio cuenta que un mosquito le revoloteaba por el cabello y se deslizaba poco a poco por su oreja para acabar entrándole en el interior del oído.
De repente el mosquito empezó a hacerle cosquillas y ella se frotaba y se frotaba tratando de sacárselo, en el interior el mosquito se quedó quieto, no quería salir.
Gloria empezó a hablarle y su voz resonaba tanto que el mosquito empezó a revolotear y a agitarse dentro, por fin harto de tanto mareo el mosquito se decidió a hablar también: !Oye nena, deja ya de fastidiarme! Y vamos a ver, ¿ a donde vas que tengas tanta prisa?
Gloria sorprendida por la voz del mosquito, le contestó simplemente que iba al cole.
“Aprender está bien, pero soñar es mucho mejor, ¿ por qué no vienes conmigo y te dejas llevar al mundo de los sueños reales?”- dijo el mosquito.
“ Si hombre, y si se entera mi madre ¿qué?! ¡Qué te has creído, yo soy una chica seria, no como tú, mosquito malcriado que entras en mi oído sin pedir permiso!”- dijo Gloria.
El mosquito no le contestó, y como si la ignorara completamente se puso a cantar una canción a ritmo de salsa”: Pon un lazo a tu voz, pon un lazo a tu voz y verás nena como todo irá mejor…
Si tu quieres que yo te lleve, ven y sígueme, deja tus temores de ogros y horrores, déjate llevar por el sonido de mi voz. Y pon un lazo a tu voz, pon un lazo a tu voz y tu vida será como la mía, mi amor”
“ ¡Solo me faltaba la voz de un mosquito salsero en la oreja! Recién levantada de la cama y con el mal humor que llevo por dentro”. Gloria hizo como si no hubiese nadie en su oreja.
A las puertas del cole la estaba esperando el director, como de costumbre llegaba tarde, por lo que el “ dire” le echó una bronca tremenda. En ese mismo instante el mosquito salsero empezó de nuevo a cantar: “Pon un lazo a tu voz, pon un lazo a tu voz y verás nena como todo irá mejor…”. Gloria sin pensárselo un instante gritó: “Calla pedazo de mosquito estúpido”.
Cómo podéis imaginar, el director se lo tomó muy mal, la agarró de la oreja y le dijo si esas eran formas de hablarle a una persona mayor. El castigo de cara a la pared no se hizo esperar y al llegar a casa por la tarde, su madre ya estaba al tanto del percance.
La madre de Gloria la estaba esperando para darle un sermón de comportamiento cívico y le pidió explicaciones. Iba a hablarle del mosquito cuando este empezó a cantar otra vez: “Pon un lazo a tu voz, pon un lazo a tu voz y verás nena como todo irá mejor…”
“Déjame en paz, sanguijuela, déjame en paz”- dijo Gloria al maldito mosquito. Ante esa respuesta, su madre le arreó un bofetón y le dijo que se había vuelto una atrevida, que de esta vez no pasaba, y como estaba harta de sus payasadas, iba a llamar a su padre para que él le diera el castigo que se merecía.
Gloria se puso a llorar, el día había sido demasiado estresante para ella y quizás ahora su padre la detestaría de verdad y quizás lo perdería para siempre.
El mosquito que todavía estaba en su oído se puso muy triste también, y empezó a cantarle la misma canción de nuevo pero esta vez con ritmo de bolero, y con la dulzura de su voz: “Pon un lazo a tu voz, pon un lazo a tu voz y verás, mami, como tu vida será mejor. Si tú quieres que yo te lleve, ven y sígueme, deja tus temores de ogros y horrores, déjate llevar por el sonido de mi voz. Y pon tú también a tu voz un lazo de amor”
Inconscientemente Gloria empezó a cantar al mismo tiempo que el mosquito, su voz melodiosa se esparció por toda la casa y la magia de la canción del mosquito llenó el ambiente.
A la llegada de su papá, se respiraba paz y aunque él le puso el grito en el cielo, Gloria recordó la canción del mosquito y a su voz le puso todos los lazos de dulzura que pudo y dijo: “Te quiero mucho, papi”
Tú también acuérdate, si amas a alguien a quien tienes miedo de perder, díselo con la canción del mosquito.
RODOLFO- Cuento infantil by Espinayflor
11 enero 2011
RODOLFO Documento sonoro: http://www.goear.com/files/external.swf?file=441e5db
Esta historia comienza al principio de los tiempos, cuando los animales hablaban y vivían sin los humanos.
En ese tiempo nadaba junto a la orilla del mar una ballena macho, entonces no tenían miedo de que nadie deseara ni su piel, ni su carne por lo que se acercaban a las costas sin temor.
Junto al mar en un conjunto de pedregales, tierra y maleza había un hueco, la madriguera de una familia de conejos, viciados en la zanahoria en la que afilaban sus largos dientes.
Cada mañana la familia conejo se levantaba para trabajar, aquella mañana en particular estaban determinados a recoger la última cosecha de zanahorias. Pat la conejita, sin embargo, se había escabullido del trabajo para ir al lado del mar a ver el horizonte y soñar con otros mundos. Desde el mar Andrós la ballena macho, la vio tan bella con su lazo entre las orejas y empezó a hacer juegos de agua por el orificio que tienen las ballenas sobre el lomo, para llamar su atención.
A Pat le causó mucha gracia, se cayeron bien y comenzaron a hablar. De hecho se cayeron tan bien que siguieron hablándose durante muchos días y algunos meses.
Fue entonces cuando Andrós le confesó a Pat que la quería y que quería vivir con ella, que era consciente que la convivencia no seria fácil. Pero sí vivian ella al borde del agua y él al borde de la orilla, no tenía porque ir mal.
Los padres de Pat no estaban muy de acuerdo con una boda de esa índole, pero al fin y al cabo accedieron por que deseaban la felicidad de su hija. Así fue como después de una linda ceremonia, empezaron a vivir juntos.
Al poco tiempo nacía Rodolfo una ballenita que andaba casi siempre en el agua porque se parecía mucho a su padre, pero con el tiempo se hizo mayor y sus dientes con él. Se convirtió en una ballena enorme con dientes de conejo, a quien le gustaban mucho las zanahorias.
A Andrós y a Pat les preocupaba saber con quien se iba a casar su hijo adorado, pues no era ni conejo, ni ballena. Rodolfo había desarrollado una personalidad retraída es de comprender: todo el mundo se reía de él, las ballenas por sus dientes largos y los conejos porque tenía un enorme cuerpo de ballena y cuando se salía del agua se tenía que arrastrar y siempre se quedaba atrás a causa de su lentitud.
Un día de esos en que sus amigos lo dejaron rezagado, se tropezó con una piedra y se dio con todos los dientes en ella. Evidentemente, se le rompieron. Mientras se regresaba al agua, empezó a llorar por que ya no iba a poder comer zanahorias que tanto le gustaban, pero una vez en el agua se dio cuenta que todas las ballenitas lo miraban muy fijo, se había convertido de golpe en una ballena macho de muy buen ver.
Así fue como Rodolfo la ballena-conejo se integró al mundo de las ballenas, no sin comer a escondidas alguna zanahoria rayada que le prepara su mamá. Pero ese es nuestro secreto, el de él, el mío y el vuestro.
Del libro ZONA DE NADIE
ÚLTIMA ESTACIÓN: PORT BOU (Original Castellano)
No puedes dejar de imaginarla: ella detenida en otra ciudad ante un escaparate de lencería. Y tú, bebiéndote las heces de la poesía. No puedes dejar de imaginarla: ella crispada en su mutismo, temblando en busca de una pastilla que postergue el suicidio. Espejos que la desdoblan, que le transfiguran el rostro.
Ella repitiendo hasta el desvarío: “hay que hacer algo con este niño, sólo dibuja trenes incendiados.” Ella mirando la cartulina arrancada de cuajo. El tren, pero también una palabra que se le hiela en los labios: fuga: su palabra favorita escrita en tinta negra sobre un fondo en llamas. Como quien deja una nota bajo la luz decrépita de un quinqué. No puedes dejar de imaginarla, mientras buscas en tus archivos los papeles sobre los últimos días de Walter Benjamin.
Coges trenes al vuelo sin saber a dónde se dirigen. El revisor te está exigiendo un billete que nunca has tenido. Y tú, hurgando en el bolsillo interior de tu chaqueta raída. No puedes dejar de imaginarla. Estás entrando en zona de nadie. Alejado de los puntos de partida y de los destinos, sólo pides a los trenes que ignoren las estaciones. De niño siempre soñaste con un billete de ida eterno.
En las habitaciones de los hoteles has logrado ser tú mismo: un hombre provisional.
No puedes dejar de imaginarla: ella esperándote en el andén. Te ha confesado que no se acuerda de tu rostro, sólo de tu ojos tristes y fanáticos (dile que tenga cuidado con los adjetivos, suelen fulminarte). Tu rostro es neutro, como deberían de ser todos los rostros. Tu rostro no hace daño a nadie.
No puedes dejar de imaginarla. Acuérdate de Port Bou: teníais hambre, sueño y deseo. Allí os perdisteis. Todo fue demasiado bello como para fijar aquel relámpago.
No puedes dejar de imaginarla: un tren a tumba abierta precipitándose al abismo, a la marea negra de esta noche sin límite.
El tren incendiado del niño: no puedes quitártelo de la cabeza. La chimenea vomitando un chorro de humo y los indios aullando a lomos de sus caballos. Te concentras en la escritura, que es otro tren loco, otro caballo desbocado, sin dejar de observar a los pasajeros: nueve seres humanos que comparten el mismo vagón, que se miran o se ignoran, que leen o duermen, que contemplan absortos el paisaje de esta región que desconoces. Que escriben. Te has dejado atrás, entregado a una penosa reconstrucción de tus fragmentos. El esfuerzo es inútil. Este tren es tu particular línea de fuga, y a ella te sometes.
Despojado del lastre de la identidad, ya no eres nadie, sólo ese que ya no está y que siempre está por llegar. Te confundes con la velocidad. La escritura va ganando en precisión. Tu caligrafía es serena, fluida como un río que imperturbable va siguiendo su curso. Velocidad
constante de la escritura multiplicada por la velocidad discontinua del tren siempre da un resultado óptimo: un cero o conjunto vacío liberador.
Ya no puedes acordarte de su rostro. Por fin has logrado la deformación absoluta de sus rasgos. Y ahora la soledad como un interminable desierto para seguir pensando. Para continuar escribiendo este poema que linda con la ausencia. Los desagües de la memoria trabajan a jornada completa. No puedes dejar de imaginarla. Pero su rostro ya no es su rostro, sino una amalgama de rostros que has ido incorporando en el viaje. La memoria también comete sus homicidios.
Ahora eres un hombre que espera un tren, que se regocija mirando el panel de los horarios, las posibles combinaciones de la fuga, que se emociona con estas soledades que se abrazan y se despiden.
Recuérdalo: Walter Benjamín entre la espada y la pared, entre los nazis y la policía franquista, entre la morfina y la salvación perentoria de sus manuscritos.
Sabes que este viaje tiene un final, y que este final tiene un nombre: Nada. Pero también sabes que todo final convoca un inicio, y que el resto de tu vida consistirá en coger al vuelo trenes quiméricos.
Asume tu condición fugitiva. Te mirarás por enésima vez en el espejo roto de algún hotel y verás a un hombre de espaldas. Las espaldas de un hombre que espera. Ella será tan sólo un papel en blanco o el negativo de una fotografía abrasada o como este túnel que dura más de la cuenta o quizá eres tú que estás entrando en la ceguera.
Del llibre ZONA DE NINGÚ
DARRERA ESTACIÓ: PORT BOU (Versió Catalana- Rosa Ramos)
No pots estar-te d’imaginar-la: Ella aturada en una altre ciutat davant un aparador de llenceria. I tu, bevent el pòsit de la poesia.
No pots estar-te d’imaginar-la: ella crispada en el seu mutisme, tremolant a la recerca d’una pastilla que posposi el suïcidi. Miralls que la desdobleguen, que li transfiguren el rostre.
Ella repeteix fins a desvariejar: «S’ha de fer alguna cosa amb aquest nen, només dibuixa trens incendiats».
Ella mirant la cartolina arrancada d’arrel. El tren, però també la seva paraula preferida escrita amb tinta negra sobre un fons en flames.
Com qui deixa una nota sota la llum decrèpita d’un quinqué. No pots estar-te d’imaginar-la, mentre cerques en els teus arxius els papers dels darrers dies de Walter Benjamin.
Agafes trens al vol sense saber a on es dirigeixen. El revisor t’està exigint un bitllet que mai has tingut. I tu, furgant la butxaca interior de la teva jaqueta gastada. No pots estar-te d’imaginar-la. Estàs entrant en zona de ningú. Allunyat dels punts de partida i destí, només demanes als trens que ignorin les estacions. Infant sempre vares somiar amb un bitllet d’anada etern.
A les habitacions dels hotels has aconseguit ésser tu mateix: un home provisional. No pots estar-te d’imaginar-la: ella esperant-te a l’andana. T’ha confessat que no se’n recorda del teu rostre, només dels teus ulls trists i fanàtics (digues-l’hi que tingui cura dels adjectius, solen fulminar-te) El teu rostre és neutre, com ho haurien de ser tots. El teu rostre no fa mal a ningú. No pots estar-te d’imaginar-la. Recordat de Port Bou: teníeu gana, son i desig.
Allà us vareu perdre. Tot va ser massa bonic com per fixar aquell llamp. No pots estar-te d’imaginar-la: un tren amb la tomba oberta precipitant-se vers l’abisme, a la marea negre de aquest nit sense límit.
El tren incendiat del nen: no pots treure-te’l del cap. La xemeneia vomitant un raig de fum i els indis udolant a llom dels seus cavalls. Et concentres en l’escriptura, que és un altre tren boig, un altre cavall desbocat, sense deixar d’observar els passatgers: nou éssers humans que comparteixen el mateix vagó, que se miren o s’ignoren, que llegeixen o dormen, que contemplen absorts el paisatge d’aquesta regió que desconeixes. Que escriuen. T’has deixat darrera, entregat a una penosa reconstrucció dels teus fragments. L’esforç es inútil. Aquest tren és la teva particular línia de fuga, i a ella et sotmets.
Despullat del llast de d’identitat, ja no ets ningú, només aquell que ja no hi és i que sempre està per arribar. Et confons amb la velocitat. L’escriptura va guanyant en precisió. La teva cal·ligrafia es serena, fluida com un riu que impertorbable va seguint el seu curs.
Velocitat constant de l’escriptura multiplicada per la velocitat discontinua del tren sempre dona un resultat optima: un cero o un conjunt buit alliberador.
Ja no pots recordar-te del seu rostre. Per fi has aconseguit la deformació absoluta dels seus trets. I ara la soledat com un interminable desert per seguir pensant. Per continuar escrivint aquest poema que limita amb la absència. Els desaigües de la memòria treballen a jornada completa. No pots estar-te d’imaginar-la. Però el seu rostre ja no es el seu rostre, sinó una amalgama de rostres que has anat incorporant en el viatge. La memòria també comet els seus homicidis.
Ara ets un home que espera un tren, i que frueix mirant el panell dels horaris, les possibles combinacions de la fuga, que s’emociona amb aquestes soledats que s’abracen i s’acomiaden.
Recorda-ho: Walter Benjamí entre l’espasa i la paret, entre els nazis i la policia franquista, entre la morfina y la salvació peremptòria dels seus manuscrits. Saps que aquest viatge té un final, i que aquest final té un nom: Res. Però també saps que tot final convoca un inici, i que la resta de la teva vida consistirà en agafar al vol trens quimèrics.
Assumeixes la teva condició fugitiva. Et miraràs per enèsima vegada al mirall trencat d’algun hotel i veuràs un home d’esquenes.
Les esquenes d’un home que espera. Ella serà tan sols un paper en blanc o un negatiu d’una fotografia abrasada o com aquest túnel que dura més del que caldria o potser ets tu que estàs entrant a la ceguesa.
Appartiens au livre NO MAN’S LAND
DERNIÈRE GARE: PORT BOU (Version française- Sonia Soriano et Rosa Ramos)
Tu ne peux pas arrêter de l’imaginer: elle, retenue dans une autre ville, face à une vitrine de lingerie. Et toi, buvant les excréments de la poésie.
Tu ne peux pas arrêter de l’imaginer: elle, crispée dans son mutisme, tremblant à la recherche d’une pilule qui ajourne le suicide. Les Miroirs qui la dédoublent, qui transfigurent son visage.
Elle, répétant jusqu’au délire : « Il faut faire quelque chose avec cet enfant, il ne dessine que des trains incendiés ». Elle regardant le bristol complètement arraché.
Le train, mais aussi une parole qui se gèle sur ses lèvres: fuite: sa parole préféré écrite à l’encre noire sur un fond embrasé. Comme qui laisse une note sous la lumière décrépie d’une lanterne Tu ne peux cesser de l’imaginer, tandis que tu cherches dans tes archives les notes sur les derniers jours de Walter Benjamin.
Tu prends des trains au vol sans savoir où ils vont Le contrôleur t’exige un billet que tu n’as jamais eu. Et toi, tu fouilles la poche intérieure de ta veste râpée.
Tu ne peux cesser de l’imaginer. Tu rentres dans un no man’s land. Eloigné des points de départ et d’arrivée, tu demandes seulement aux trains d’ignorer les gares. Enfant tu as toujours rêvé d’un billet pour un éternel aller.
Dans les chambres d’hôtel tu as réussi à être toi-même: un homme-provisoire.
Tu ne peux cesser de l’imaginer : elle t’attendant sur le quai. Elle t’a confessé qu’elle ne se souvient pas de ton visage, seulement de tes yeux tristes et fanatiques (dis-lui qu’elle fasse attention aux adjectifs, ils te foudroient).
Ton visage es neutre, comme devraient l’être tous les visages. Il ne fait de mal. Tu ne peux cesser de l’imaginer. Souviens-toi de Port Bou : Vous aviez faim, sommeil, désir. Là-bas, vous vous êtes perdus. Tout fut trop beau pour retenir
cet éclair.
Tu ne peux cesser de l’imaginer : un train à tombeau ouvert se précipitant vers l’abîme, vers la marée noire de cette nuit sans fond. Le train incendié du petit garçon: Tu ne peux pas te l’enlever de la tête. La cheminée vomissant un jet de fumée et les indiens hurlant à cheval. Tu te concentres sur l’écriture, qui est un autre train fou, un autre cheval emballé, sans t’arrêter d’observer les passagers : neuf êtres humains qui partagent le même wagon, qui se regardent où qui s’ignorent, qui lisent où qui dorment, qui contemplent absorbés, le paysage de cette région que tu ne connais pas. Qui écrivent. Tu t’es abandonné, livré à une douloureuse reconstruction de tes fragments. L’effort est inutile. Ce train est ta ligne d’évasion privée, et tu lui es soumis.
Dépouillé du poids de l’identité, déjà tu n’es plus personne, seulement celui qui n’est plus là, et celui qui doit sans cesse arriver. T’es confondu avec la vitesse. L’écriture gagne en précision. Ta calligraphie est sereine, fluide comme un fleuve imperturbable qui suit son cours. Vitesse constante de l’écriture multipliée par la vitesse discontinue du train donne toujours un résultat optimal : un zéro ou un ensemble vide libérateur.
Déjà tu ne peux plus te souvenir de son visage. Enfin tu as réussi la déformation absolue de ses traits. Et maintenant la solitude comme un interminable désert pour continuer à penser. Pour continuer à écrire ce poème contigu à l’absence. Les égouts de la mémoire travaillent à temps complet. Tu ne peux cesser de l’imaginer. Mais son visage, n’est plus son visage, mais un amalgame de visages que tu as incorporé pendant le voyage. La mémoire aussi commet ses homicides.
Maintenant tu es un homme qui attend un train, et qui se réjouit de consulter les panneaux horaires, les possibles combinaisons de la fuite, qui s’émeut de ces solitudes qui s’embrassent et se disent adieu.
Souviens-toi : Walter Benjamin entre deux feux, entre les nazis et la police franquiste, entre la morphine et le sauvetage péremptoire de ses manuscrits.
Tu sais que ce voyage a une fin, et que cette fin a un nom : Néant. Mais tu sais aussi que toute fin appelle un commencement et que le restant de ta vie va consister à attraper au vol des trains chimériques. Assume ta condition de fugueur. Tu te regarderas pour la énième fois dans le miroir cassé de n’importe quel hôtel et tu verras un homme de dos. Le dos d’un homme qui attend. Elle sera seulement une feuille vierge ou le négatif d’une photographie consumée ou comme ce tunnel plus long que prévu ou peut-être est-ce toi qui deviens aveugle.

